

Los ideales que defendieron Abraham Lincoln y mi padre darán un paso adelante cuando Barack Obama preste juramento como presidente. En los años transcurridos desde aquella marcha en Washington, nuestro país avanzó mucho más que los tres kilómetros que separan al Lincoln Memorial del Capitolio.
Martin Luther King Jr., estaría sumamente orgulloso de Obama por convertirse en el primer presidente negro. Pero algo tal vez más importante es que estaría orgulloso de que Estados Unidos lo haya elegido.
El día de las elecciones, mientras observaba lo que ocurría en la Iglesia Bautista Ebenezer de Atlanta -en donde mi padre era pastor-, me sentí envuelto no solo por la alegría que reinaba en ese templo sino por una profunda sensación de orgullo y triunfo también.

Volví a mi casa llorando y mi madre me dijo “tu padre va a la cárcel para que el mundo sea un lugar mejor para todos los hijos de Dios”. Regresé al colegio con una nueva sensación de orgullo.
Obama tendrá ahora la oportunidad y el deber de recoger la bandera de Lincoln, de Bobby Kennedy y de mi padre. Pero no es sólo su deber. Todos debemos abrazar este sueño como nuestra responsabilidad cívica. Para que funcione con eficacia, todos debemos asumir un papel activo en nuestra democracia y promover la causa que es la del bien común”.